Ella está ahí siempre. Esperando, paciente. El sigue sus pasos, no se adelanta si ella no lo hace. Observa y aprende todo lo que ve. Ella lo conduce, le enseña las cosas de la vida. Lo prepara. El a veces se siente desfallecer. Ella lo cobija en su seno. Lo alienta. Lo alimenta. Le da calor hasta que pase el inverno. De ella brotan los frutos más ricos y hermosos. Los que alimentan el alma, los que dan la vida.
El sabe que hay muchos que no la valoran. Y la defiende.
También sabe que ella es única. Porque guarda tesoros que no se pueden vender ni regalar. Esos que ella ofrece sin protestar.
Ella no lo abandona. El duerme tranquilo en su vientre con la luna y las estrellas que le bajó y se despierta cada mañana con los rayos del sol que le trajo para que lo iluminen todo el día. Ella con manantiales de lágrimas le da de beber. A veces sus sollozos no alcanzan para tanta sed.
Por eso él quiere cuidarla, protegerla, mimarla por que ella da todo sin pedir nada a cambio. El sabe que es única: es la madre, la madre tierra.
domingo, 19 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario