martes, 19 de agosto de 2008

Doña Amanda, "la locrera de Quilino"

Para Doña Amanda el 17 de agosto es un día especial. Lo espera todo el año porque es el día del patrono de Quilino. Bien temprano en su casa “los amargos” marcan el comienzo de la jornada tan ansiada. Ella, como buena serrana, dice que la peperina en el mate es indispensable. Que le da ese gustito especial para empezar la mañana.
Con su mate en la mano y la mirada puesta en el horizonte, donde se dibujan las palmeras caranday, piensa en los ingredientes que llevará el locro. Sabe que mas allá del zapallo, los porotos y los cueritos de chancho, el elemento fundamental para el guiso es el amor. Ese cariño que le ponen las abuelas a las comidas, que no se compra en ningún lado.
Este domingo el pueblo se vera invadido de fieles que creen en San Roque. Vendrán desde lejos para agradecer y pedir al santo de los enfermos.
Doña Amanda prepara su mejor delantal. El que coció con sus propias manos y le hizo un bolsillo grande para guardar el pañuelo. Se calza las zapatillas más cómodas para estar bastante tiempo parada al lado del calor. Ya juntó las mejores ramitas y los troncos especiales de chañar para preparar el fuego. Después llegan los muchachos para acomodarla ahí en la sombra donde se hará el gran asado. Seguramente murmura en voz baja que “la gran estrella” para los visitantes será el cabrito, pero a la vez piensa que el locro tiene asignado el segundo lugar por ser nuestra comida típica.
A media mañana mientras está envuelta en los quehaceres para la fiesta, ve llegar a los peregrinos. Estos pasean por la feria que se armó en la calle céntrica alrededor de la plaza. Tiene de todo: sombreros, anteojos para leer, para sol, muñecos de barney, patay, discos de la mona, artesanías…
Entonces, decide que es hora de prender el fuego y poner la olla. “La locrera de quilino” entiende por su experiencia que al mediodía la salsa debe estar lista y los porotos bien cocidos.
En cada plato que sirve, Doña Amanda entrega un pedazo de su vida. Y está feliz porque su trabajo redituará en beneficio del pueblo.
Ya falta menos para las cuatro de la tarde, hora que estará lista la procesión. Ella, como todos los fieles viste la mejor ropa, el mejor peinado, los mejores zapatos.
Es una mas de las cinco mil personas que le piden al santo un buen año, más venturoso y que traiga salud para todo el mundo.
El sol cae en el norte de Córdoba. El día de fiesta esta pasando y la “locrera de Quilino” ya piensa en el próximo locro.




Autor: Benita Cuellar

lunes, 11 de agosto de 2008

La desaparición del TC48: la verdad oculta

El avión llevaba a la 31º promoción de la Escuela de Aviación Militar de Córdoba

La desaparición del TC48: la verdad oculta

El 3ª de Noviembre de 1965 el avión TC 48 desapareció con sus 68 tripulantes, luego de anunciar que había fuego en uno de sus motores. Mediante pruebas falsas la Fuerza Aérea Argentina pretendió hacer creer a los familiares que había caído al mar Caribe. Pero ellos nunca creyeron en esa versión y los siguen buscando en la selva de Costa Rica. La búsqueda de la verdad ya lleva 42 años.


Regina respira hondo antes de comenzar a hablar. El aire que suelta de su respiración se desliza suavemente sobre la hoja que tiene en sus manos, haciendo apenas perceptible su movimiento. Es la carta de su padre. El tiempo le dio una tonalidad amarilla, pero los rasgos de la escritura todavía están visibles, parece un papel de calcar por su fineza.
Lo guarda como un tesoro valioso, porque es la última noticia que tiene de él.
El 3 de noviembre de 1965, Regina tenía 8 años y junto a sus hermanos, Alejandro y Maria Nella, se encontraba en el colegio. Cuando regresó a su casa todo era movimiento, su madre, Clyde le dijo que su papá se demoraría en regresar porque justo estaban pasando por un país que tenía problemas, mientras sostenía en sus brazos a Pedro de tan solo 1 año y 11 meses. Pero ella sabía que algo andaba mal. La noticia convulsionaba al país y al mundo: el avión TC 48 donde viajaba su padre, el comandante Mario Nello Zurro, y 67 compañeros, entre ellos, oficiales, sub-oficiales y la promoción de cadetes de la Fuerza Área Argentina, había desaparecido. Desde ese día su vida cambiaría para siempre.
Regina rememora, que por aquellos días dejaron de ir a la escuela por decisión de su mamá, quería mantenerlos resguardados, a la vez, se mudaron a la casa de sus abuelos maternos en Montevideo, Uruguay. A partir de entonces su madre, Clyde, se convertiría en una de las mujeres impulsoras de la búsqueda de los familiares del TC 48. La valentía la llevó a la selva para saber cual realmente había sido el destino de su esposo y compañeros. Hoy es Regina quién tomó naturalmente esa responsabilidad. (Leer La búsqueda en la selva)
Ella, vuelve a suspirar profundamente y sus ojos se pierden en la tapa del diario La Razón, es una prueba de la magnitud que tuvo la noticia, en su título puede leerse “Tragedia Nacional”. Y Cuenta que el 31 de octubre de 1965, se iniciaba desde Córdoba el viaje final de instrucción de los cadetes de la Escuela de Aviación Militar de la Fuerza Áerea Argentina quienes integraban la promoción 31º de oficiales, bajo la responsabilidad del entonces director de la Escuela brigadier Benigno Andrada. Desde Plumerillo, Mendoza, el presidente Arturo Illia dio la orden oficial de partida a los aviones TC 48, de transporte de paracaidistas y T 43, previo saludo a la tripulación, oficiales, y cadetes de la delegación, secundado por el secretario de Aeronáutica, Mario Romanelli y el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, brigadier Conrado Armanini.



Saludos de despedida del presidente Illia a los oficiales en Plumerillo, Mendoza. Entre ellos el comandante Zurro, tercero de la derecha.

Regina toma un mate, mientras cruza sus piernas para continuar el relato, dice que el viaje tenía como destino final la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, pero el 3 de noviembre de 1965 el Douglas DC 4 matrícula TC 48, bajo la conducción del comandante Renato Fellipa, desapareció después de haber anunciado un incendio en un motor cuando volaba desde la base Howard en Panamá con destino a San Salvador.
El T 43 despegó 5 minutos antes, e incluso escuchó por radio los mensajes de auxilio, y continuó rumbo a El Salvador, donde aterrizó sin inconvenientes. El comunicado emitido por Fuerza Aérea a las 21:15 del 3 de noviembre, fue que el avión cayó en las aguas del Caribe y la totalidad de sus ocupantes se habían ahogados o fueron devorados por tiburones. Con un gesto de indignación, señala que fue la coartada perfecta ya que no pudo rescatarse ningún cuerpo, a pesar que se llevó a cabo la búsqueda durante 4 días, por más de 40 aviones, helicópteros y embarcaciones de varios países patrullando la ruta que habría seguido la aeronave. Ellos nunca creyeron en esa versión, y sí creen que cayó en la selva del este de Costa Rica, en la zona de las montañas de Talamanca. Por entonces, la incertidumbre y la desesperación de los familiares se acrecentaba. Tenían muchos interrogantes y ninguna respuesta. Y aún hoy, después de 42 años de lucha, esa respuesta todavía no llega.

Una cadena de contradicciones

Regina acomoda su largo cabello enrizado, mientras mueve sus manos suavemente para explicar lo que todavía no tiene explicación para ella y ninguno de los familiares: el ocultamiento de la verdad. Al lado una foto gigante de su padre colgada en la pared la mira sonriente.
Expresa con voz pausada, que desde el momento mismo de la desaparición, se puso en marcha una secreta conspiración tramada desde los altos mandos castrenses con el objeto de desviar la investigación realizada por los familiares y así echar por tierra cualquier otra versión que no fuera la oficial, aunque ésta presentara más contradicciones que certezas. Prueba de ello es la Disposición reservada Nº 232/65 con fecha 3 de diciembre de 1965, que suscribió el director general de personal de la Fuerza Aérea, brigadier Ángel Vicente Rossi, por la cual declaró “desaparecidos a los tripulantes y pasajeros del avión accidentado un mes atrás”.
Entre los fundamentos, continua Regina, para adoptar esta decisión el Oficial señaló que el TC 48 despegó sin novedad de la base aérea Howard con destino a San Salvador siendo las 06.49 hora local de Panamá y que en contacto con las torres de control de Tegucigalpa, lanzó al aire un mensaje informando encontrarse en estado de emergencia con fuego en motor interno número 3. Siendo realmente que el avión despegó de la base Howard a las 5.49 y que a las 6.32 el TC 48 informaba a la base encontrarse en estado de emergencia y en el punto MIKE5 (es un punto de referencia geográfico, frente al Golfo de los Mosquitos en Panamá). De acuerdo al piloto Álvaro Protti Fernández, de la Compañía Aérea Costarricense (Lacsa), quién hacía la ruta San José de Costa Rica-Miami, sigue Regina, el primer mensaje de emergencia por fuego en el motor 4 lo recibió a las 6.45. Y el último contacto fue a las 7.05 hora local de Costa Rica, dónde le indicó al operador del TC 48 que “vire hacia tierra. Siga la playa lo llevará a Puerto Limón”. La respuesta había sido “Ok. Vamos a tierra. Estimamos llegar a Limón a las 7.20.”
Sin embargo, según la disposición Nº 232/65 el último mensaje enviado por radio fue fijando la posición MIKE 5 y afirmaba que ésta fue la última noticia directa que se tuvo del avión.
Además la disposición, menciona Regina, señalaba que la búsqueda se realizó por 4 días dando como resultado la localización y recuperación del mar de elementos pertenecientes al TC 48, consistentes en gorras, billetes, tubos de oxígeno, una cámara fotográfica, ropas, salvavidas. Como también que esos elementos fueron encontrados a una distancia no menor a 20 kilómetros de la costa.


Las dos formaciones, de TC 48 y TC 43, en Base Howard, minutos antes de la desaparición


Regina repite sin cesar, que llamó la atención de los familiares el aspecto de ropa usada, ya que por reglamento los militares en este tipo de misiones deben llevar ropa nueva. No tenían la apariencia de haber permanecido en el mar por espacio de más de 7 días; la presunción fue confirmada cuando se realizaron análisis de salinidad a estos objetos, el resultado fue categórico: no había presencia de sal, estos elementos jamás habían estado en contacto con agua de mar.
Prosigue, que los salvavidas recuperados por la Fuerza Aérea se encontraban en perfecto estado. No mostraban los efectos del ataque de un tiburón, además de haber cambiado llamativamente de color. Los salvavidas que llevaba a bordo el TC 48 eran de color anaranjado, los presentados por la Fuerza Aérea a los familiares de los cadetes eran de color verde. A esta altura Regina alza su voz y como si los que hicieron esto la escucharan, apunta que no terminó allí la presentación de pruebas falsas. Ya que ante el reclamo de los familiares, la Fuerza Aérea se vio en la obligación de reunir más pruebas que sustentaran la versión de que el avión y toda su tripulación habían desaparecido en el mar. Entonces, a cada afirmación sobre la posibilidad de que la nave hubiera caído en la selva hubo una desmentida oficial. A cualquier costo se intentó probar que el avión se estrelló en el mar y para ello la institución presentó una prueba que por su solidez pareció irrefutable: los documentos, un par de gemelos y U$S 100 en una bolsita de nylon pertenecientes al cadete Oscar Vuistaz, que viajaba en el TC 48. La Fuerza Aérea aseguró que estos objetos personales habían sido hallados flotando en el océano.
Regina no encuentra respuestas sobre cuáles fueron los motivos que llevaron a la Fuerza Aérea a inventar pruebas para desviar la investigación.


Las cartas de la verdad

La del cadete anónimo

Hay un dejo de tristeza en la mirada de Regina, pero a la vez se trasluce en una esperanza por conocer la verdad dentro de tanta falsedad oficial. Y comenta que sucedió algo que iba a desbaratar la mentira de la Fuerza Aérea y se reafirmaría la sospecha de que los altos mandos estaban dispuestos a cerrar el caso, inventado pruebas si era necesario. El hecho fue que 9 meses después del accidente, el 15 de agosto de 1966, la familia Vuistaz recibió una carta anónima escrita por un cadete que viajaba en el otro avión, el T 43, el joven manifestaba que esos elementos les habían sido entregados por Oscar Vuistaz en Panamá ante el temor de extraviarlos debido al desorden que había a bordo del TC 48, con cadetes hacinados que a falta de espacio viajaban sentados en improvisados bancos de maderas colocados en el pasillo del avión.
Según la carta, después del accidente el cadete anónimo había entregado estas pertenencias al brigadier Benigno Andrada, director de la Escuela de Aviación y que viajaba en el T 43, para que se los hiciera llegar a los familiares de su amigo desaparecido. La Fuerza Aérea no sólo no entregó los elementos a la familia Vuistaz, sino que los presentó como prueba, asegurando que los habían rescatado del mar. Un párrafo de la nota revelaba: “…de todos los padres de nuestros compañeros del TC 48, ustedes son quizás los más cruelmente engañados. Indirectamente yo colaboré con ello. Su hijo me pidió en Panamá que le llevara su cédula, los dólares y unos gemelos. Temía extraviarlos…Cuando se nos comunicó el accidente, yo entregué al entonces director de la escuela (brigadier Andrada) eso que no me pertenecía y en especial el dinero del que se me había hecho depositario. Después todo ello fue utilizado mal: para evidenciar una muerte en el mar.” Hasta el día de hoy, comenta Regina, los familiares nunca supieron quién fue ese cadete y aún esperan que se dé a conocer.



Cédula del cadete del TC 48, Oscar Vuistaz


La del papá de Regina

La emoción la embarga ahora, porque no puede creer que estos sean los últimos trazos de tinta escritos por su papá para ella, sus hermanos y Clyde, su madre. Pero también sabe que esta carta - diario es una de las pruebas fundamentales que deja al desnudo la falsedad de los elementos presentados por la Fuerza Aérea.
En ella, “Kiko”, como le decía su mamá, relata minuciosamente cada detalle que percibe desde el avión, la cordillera de los Andes, la escala en Antofagasta, la vegetación, los tipos de nubes, a que altura van, el clima entre los cadetes, el poco espacio y el arribo al aeropuerto de Lima en Perú.
La envió desde Perú, con fecha del 1ª de noviembre de 1965 y en algunos párrafos de ella dice: “…a las seis y veinte iniciamos el cruce por Malargüe…en ese momento fui a la cabina de pilotos y tomé oxigeno casi continuamente, puesto que por la experiencia de mi vuelo anterior sé que luego vendrá un dolor de cabeza que solo se calma durmiendo…ahora volamos a 3.500 metros y siguen las montañas. Estamos ya en tierra chilena y aterrizaremos en Antofagasta aproximadamente a las once y media.”
En los siguientes párrafos devela las contradicciones en la que incurrió la Fuerza Aérea: “…entramos en el aeropuerto Cerro Moreno de nuestros amigos chilenos. El
comandante de la base es conocido de la tripulación y nos recibe cordialmente…una falla en dos motores de nuestro avión nos demora dos horas. El otro avión tiene también su falla pero su demora es dos horas mayor…”Regina insiste, en que su papá sabía que el avión tenía fallas ya desde antes de partir y que los pilotos se lo informaron a sus superiores pero no se tomó ninguna determinación que modificara el viaje. Esta falla sería fatal para el avión, ya que uno de los motores se incendió y desencadenó la tragedia. Además en la misiva, su padre hace referencia a otra prueba que deja al descubierto el ocultamiento de la verdad por parte de la Fuerza Aérea: “…al fin decolamos con rumbo a Lima a las 13.30 horas argentina (12.30 horas local). La mayor parte de la travesía es por mar. Se hace colocar a los cadetes chalecos salvavidas anaranjados..."
No coincide para nada, remarca Regina con las pruebas que nos presentaron, dentro de ellas, la de los chalecos de color verde.
Ligado a estas señales que le sirvieron a su familia para seguir los pasos de la búsqueda, queda reflejado el gran amor de un padre para con sus hijos y con su esposa. Un recuerdo imborrable, a pesar del tiempo.

Parte de la carta enviada por el Cdte. Zurro a su esposa

La búsqueda en la selva

Regina recalca, lo que su mamá le repitió infinidades de veces: estaban convencidos de que el avión no cayó al mar. Y las preocupaciones por la posibilidad de que hubiera sobrevivientes, los hizo tomar una decisión que no podía esperar más: comenzar la búsqueda ellos mismos, sin ninguna ayuda oficial.
Así en los primeros meses de 1966, continua Regina, mientras su mirada se fija en una foto de su madre en la selva costarricense, Clyde junto a Orlando Bravino y el capitán Juan Tomilchenko, padres de cadetes desaparecidos iniciaron una expedición a la selva de Talamanca, con ayuda del gobierno de Costa Rica, para dar con el punto de caída del avión. Mientras en la Argentina, los familiares reunían el dinero necesario para solventar los gastos que demandaba el viaje; en Costa Rica la expedición continuaba manteniendo viva la esperanza de encontrarlos con vida. Prueba de ello era la aparición de un botón con el símbolo de la fuerza aérea, el dibujo de un avión con cuatro motores enmarcado en signos y números tallado en el tronco de un árbol en la selva, una carta escrita por Talía Rojas de Boirivant, una maestra rural que aseguraba haber curado a algunos sobrevivientes. Esta mujer afirmaba también, relata Regina, que el avión se había estrellado contra el cerro Chirripó, pero no aportó datos más precisos por temor a los aborígenes, que dijo habían saqueado los restos del avión y asesinado tiempo más tarde a unos pocos sobrevivientes. Clyde y compañeros en plena búsqueda del avión



La versión de la maestra que trabajaba en una escuela del pueblo de Corona, coincidió con la de un niño que fue llevado a un hospital de San José de Costa Rica por esta mujer. Encontrándose muy grave el pequeño de ocho años llamado Rafael Sánchez, afirmó haber visto un avión en la selva y que los "castellanos blancos" eran sus amigos. Una semana después Rafael murió llevándose para siempre la ubicación exacta y la oportunidad de encontrar el lugar de la caída.
Clyde y sus compañeros de búsqueda, se encontraron con aborígenes en la zona del cerro Chirripó, hoy convertido en parque nacional, luciendo relojes, gorras, anillos y prendas que sin dudas pertenecían a los cadetes, pero éstos se negaron a informar de dónde las habían obtenido. La superstición y el temor al cacique de la tribu, el Suquia, quién habría ordenado el saqueo y la muerte de los sobrevivientes no ayudaron para que los aborígenes, ni siquiera a cambio de fuertes sumas de dinero informaran sobre el paradero de los restos del avión.
También pudieron recabar que fueron muchos los testigos, especialmente trabajadores rurales de fincas productoras de frutas, que en la mañana del 3 de noviembre de 1965 vieron a un avión gris plomo volando a muy baja altura y esquivando cerros. El avión, dijeron, hacía mucho ruido y dejaba una estela de humo negro en medio de una violenta tormenta.
Regina recuerda que su madre fue la única mujer que estuvo durante dos años buscando infructuosamente a su padre, mientras ella y sus hermanos se quedaron en Uruguay. A la vuelta, las pruebas, testimonios y archivos encontrados fueron entregados a la Fuerza Aérea, para que se reanudara la búsqueda en la selva, pero no obtuvieron ninguna respuesta. La institución armó un museo en el edificio Cóndor con todo lo hallado en Costa Rica. Pero misteriosamente, en los años 80, una parte del inmueble se derrumbó, sepultando todas las pruebas conseguidas con tanto sacrificio por los familiares.
Pese a ello, no se dieron por vencidos, ya que tanto el capitán Juan Tomilchenko como Orlando Bravino y otros familiares, se internaron una y otra vez en la selva enfrentando un mundo desconocido y plagado de peligros.
Durante todos estos años, resalta Regina, a fuerza de investigaciones privadas mantuvieron la búsqueda y lograron que el tema siga vivo.



Clyde en Cerro Chiripó



Las fallas técnicas y una denuncia después de 40 años

La carta del comandante Zurro, demostró el mal funcionamiento de los aviones, al contrario de lo que afirmaba la fuerza. Como también la falla de los motores del TC 48. Estas anormalidades ya habían sido consignadas por el comodoro Capitán a sus superiores, revela Regina. Por lo que el presidente de Aerolíneas Argentinas, brigadier García Baltar, puso a disposición de la Fuerza Aérea 2 Douglas DC6 en perfectas condiciones. Pero las cuestiones de política interna, referidas a la tripulación de Fuerza Aérea o de Aerolíneas fueron las causas principales de no aceptar el ofrecimiento. Las fallas fueron en varias oportunidades antes del vuelo final. La primera sucedió en el vuelo desde Palomar a Córdoba, el avión acusó dos emergencias, que obligaron a retornar a Palomar. Las otras sucedieron, en la etapa de Córdoba a Mendoza, donde se realizó la despedida al Presidente Illia y de Mendoza a Córdoba volvió a presentar dificultades en los motores.
Regina relata que otras de las contradicciones con respecto al vuelo fue que mientras la Fuerza Aérea hablaba del motor interno numero 3, el piloto Álvaro Protti Fernández de Lacsa, quien mantuvo dialogo radial con el TC 48, señaló que el comandante argentino le dijo que se había visto obligado a abandonar su ruta por un incendio en el motor número 4.
Además, continúa Regina, la máquina había sido construida en 1939, y tenía una capacidad para 5 tripulantes, 44 pasajeros y equipaje. Pero esa vez llevaba 68 personas, es decir 19 más de las calculadas para su capacidad de carga.
Hay una pregunta que desde hace algunos años, resuena en la cabeza de cada uno de los familiares del TC 48 y es: “porqué con todas estas pruebas a lo largo de 42 años de lucha nunca hicieron una denuncia en contra de la Fuerza Aérea”. Regina se contesta y contesta lo que su madre le pronunció “éramos parte de esa familia que era la Fuerza Aérea y lo único que siempre le pedimos fue que los buscaran”. Justamente, hace dos años conformaron la Asociación Civil Familiares de Desaparecidos del avión TC 48, de la cual ella es la presidenta. Y radicaron la denuncia ante el Juzgado Federal Nª3, cuya fiscalía está a cargo de la Dra. Graciela López de Filoñuk. Denunciaron todos estos hechos, a fin de que se promueva la búsqueda de la verdad sobre las causas del accidente. Parte de la denuncia presentada al juzgado N3 a cargo de la Dra. Graciela Lopez de Filoñuk


Se abre una esperanza: por primera vez Fuerza Aérea apoya la postura de los familiares

Después de tanto dolor, mentiras y lucha por conocer la suerte que corrieron sus hijos, padres, maridos y hermanos, en noviembre de 2007 la Fuerza Aérea dio un vuelco decisivo a su postura original.
Así, tras largos años de silencio se contactó con ellos y les informó que comenzaría la búsqueda del avión en tierras costarricenses. Partiendo de la base de que el aparato está en la selva y no en el mar.
Por primera vez en 42 años, entre el 10 y el 25 de mayo último, con la ayuda de medios electrónicos y satelitales, la institución participó de una expedición en la selva de Costa Rica para tratar de hallar los restos del avión.
La misión estuvo encabezada por el geólogo costarricense Wilfredo Rojas, que desde hace años efectúa con un equipo de especialistas dos expediciones por año a la zona donde se perdió contacto con la aeronave argentina para tratar de encontrar sus restos. Además, lo acompañaron el capitán Cristian Haller y el teniente Arturo Bulacios, del Escuadrón Apoyo de Comando de la VII Brigada Aérea de Moreno de la Fuerza Aérea Argentina. Los oficiales viajaron con la autorización del Ministerio de Defensa y permanecieron por 12 días en plena selva. La búsqueda se completó con un guía baqueano del valle del río Banano, una zona montañosa con dos filas de montes de 1.800 metros de altura cada una, un paramédico, un policía y un navegante, especializado en cartas de la zona, confirmó Regina.
La participación formal de la Fuerza Aérea contó con el apoyo de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), que procesó fotografías satelitales de alta resolución e imágenes de última generación con un sistema de radares que permite tomar señales hasta de 6 metros de profundidad. La búsqueda dio resultado negativo, pero para los familiares, confirma Regina, se abre una nueva esperanza de encontrar a sus seres queridos y de saber la verdad. A la vez, manifiesta Regina, la Fuerza Aérea ratificó que participará de la próxima expedición, prevista entre el 15 de septiembre y el 5 de octubre próximo.
El rostro de Regina demuestra una expresión de tristeza y dice que muchos de los que lucharon por encontrar a sus familiares ya no están, murieron sin poder hallarlos. Pero desde hace algunos años se sumó una nueva generación para seguir su camino.
No descansaron ni descansan, siempre con un objetivo firme: encontrarlos y traerlos a su tierra. Porque son argentinos, reafirma Regina y “tenemos derecho a saber la verdad.” Después de tantos años, hoy esa verdad puede estar más cerca.



Fuentes: Asociación Civil de Familiares de Desaparecidos del avión TC 48.
Diarios: Clarin, La Nación.